El juego macabro

En una dictadura como la de Venezuela, donde el regimen tiene el control de todo, le es sencillo hacer las cosas cuando le conviene. 


Un ejemplo de lo anterior son las elecciones, no hay que entrar en detalle para saber que se llama a elecciones cuando se tiene la garantía de que se va a ganar y se suspenden o posponen en caso contrario. 


El pasado domingo 15 de octubre el Consejo Nacional Electoral convocó a elecciones regionales, que en realidad debieron ser convocadas a finales del año pasado. Por cierto, yo hubiera ido a votar, porque entre participar o no, prefiero participar. 


Además, el tema no es si se votaba o no, sino ¿qué acción se toma si se decide no participar? Porque al no votar, por no votar, no le veo sentido.


Toda decisión debe tener una acción asociada. La idea de participar es entender que estamos ante condiciones adversas, lo más probable es que pierdas, pero siempre se genera la esperanza de que la oportunidad existe. 


La dictadura que controla todo, medios, dinero, inteligencia, militares y pare usted de contar, convoca a la elección sabiendo que “los demócratas” van a participar. Seguramente se quejarán de las condiciones, pero igual participan y ayudan a legitimar el juego. Si dejan de participar, igual el gobierno sigue avanzando en sus cuotas de poder, que realmente no es que necesite, porque como he dicho antes, ya lo controla todo.


Entonces el gobierno avanza en su tablero

de juego macabro y la “oposición” sigue haciendo exactamente lo mismo que ha hecho en los pasados 18 años. El elemento sorpresa no existe, la posibilidad de cambiar las reglas de juego o de darle una patada al tablero son lejanas o impensables. 


A todas estas, los presos políticos y los presos no políticos (estos últimos son figuras que han apoyado de alguna u otra forma a la oposición, pero son poco o nada conocidos), siguen privados de su libertad, como si fuera algo normal. 


Internacionalmente el regimen ya perdió su credibilidad, pero el problema se resuelve internamente. 


Lo más sencillo es culpar a unos (los supuestos abstencionistas) y a otros (los que día a día trabajan desde sus distintos frentes: alcaldes, diputados, gobernadores, entre muchos otros) y no ver que el problema de fondo es que no hay una estrategia común. Nadie a logrado convencer al otro, a pesar del rechazo de la mayoría que genera el regimen en la población. 


Esa estrategia común nace por acuerdo, o por sorpresa, es una guerra asimétrica en términos políticos de dimensiones tales que la dictadura ante la imposibilidad de vencer, termina negociando.


Hasta ahora toda negociación con el gobierno ha sido un ganar-perder, y ya ustedes saben quien es el que pierde, el ciudadano común que en la montaña rusa de emociones va dejando la vida. 


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